Uno de los problemas que pueden presentarse en la convivencia con nuestro animal de compañía, especialmente perros, es la aparición de conductas agresivas que pueden desencadenar accidentes de gravedad muy variable.
La actual Ley 7/2023 de 28 de marzo, de protección de los derechos y el bienestar de los animales establece como obligación de los titulares o responsables de animales el recurrir a servicios de un profesional veterinario, o veterinario acreditado en comportamiento animal, siempre que la situación del animal lo requiera.
Consejos generales para prevenir conductas agresivas en su mascota
Evite poner a su animal en situaciones que previamente hayan provocado una reacción agresiva, a menos que esté trabajando en un plan de modificación de conducta bajo la supervisión de un veterinario especializado en comportamiento animal.
Asegúrese de que el perro cuente con un espacio propio donde se sienta tranquilo y seguro, y al que pueda llevarlo si percibe que se está poniendo nervioso o que la situación puede desencadenar una conducta agresiva. Este espacio debe contar con una cama, agua, juguetes y alimento (excepto si el origen del conflicto es la protección de recursos).
Es importante establecer normas de convivencia claras y acordadas entre todos los miembros del hogar, y hacer un seguimiento de su cumplimiento sin utilizar gritos ni castigos físicos.
Utilice los elementos de seguridad adecuados tanto en casa como en la vía pública. El uso del bozal puede prevenir ataques imprevistos en ambientes que el perro no sabe manejar. Aunque no sea obligatorio, puede resultar útil en lugares muy concurridos o con presencia de otros animales, dependiendo del caso concreto. Mantenga al perro siempre con correa, salvo en zonas autorizadas para suelta, y solo si no está catalogado como potencialmente peligroso ni representa un riesgo. Dejarle un collar puesto en casa también puede facilitar su control en situaciones de emergencia.
Aprenda a interpretar el lenguaje corporal del perro, prestando atención a señales que indican incomodidad o agresividad, como la rigidez del cuerpo, dejar de jadear, cerrar la boca, echar las orejas hacia atrás, mirar de reojo mostrando la parte blanca del ojo, enseñar los dientes o gruñir.
No reprima estas señales de advertencia. Si se eliminan, será más difícil anticiparse a un posible ataque, ya que el perro podría dejar de mostrar esos avisos.
Vigile siempre las interacciones del perro con niños o personas especialmente vulnerables. Un perro con antecedentes de agresión no debe estar cerca de un niño sin la supervisión activa de un adulto responsable.
En caso de problemas de agresividad, es fundamental trabajar con un profesional cualificado en conducta animal y comprometerse activamente con el tratamiento. No se recomiendan terapias en las que el tutor no participe o que empleen métodos que intimiden, causen dolor o malestar al animal.
Programe revisiones veterinarias periódicas. A veces, un cambio de comportamiento puede ser el único síntoma de una enfermedad. El dolor, las molestias persistentes, el picor o alteraciones metabólicas o neurológicas pueden influir de forma relevante en la conducta del animal.
Para abordar los problemas de comportamiento de forma eficaz, es necesario contar con un diagnóstico preciso por parte de un veterinario experto en conducta. Entre las opciones de tratamiento pueden incluirse la castración, sesiones de modificación de conducta y, en algunos casos, el uso de medicación específica.